-Por qué, con tus encantamientos infernales, me has arrancado a la tranquilidad de mi primera vida. El sol y la luna brillaban para mí sin artificio; me despertaba entre apacibles pensamientos, y al amanecer plegaba mis hojas para hacer mis oraciones. No veía nada de malo, pues no tenía ojos; no escuchaba nada de malo, pues no tenía oídos; ¡pero me vengaré!
Discurso de la mandrágora, en Isabel de Egipto, dé ACHIM VON ARNIM.
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