-Música, melancólico alimento para los que vivimos de amor -había citado por cuarta vez Traveler, templando la guitarra antes de proferir el tango Cotorrita de la suerte.
Don Crespo se interesó por la referencia y Talita subió a buscarle los cinco actos en versión de Astrana Marín. La calle Cachimayo estaba ruidosa al caer la noche pero en el patio de don Crespo, aparte del canario Cien Pesos no se oía más que la voz de Traveler que llegaba a la parte de la obrerita juguetona y pizpireta / la que diera a su casita la alegría. Para jugar a la escoba de quince no hace falta hablar, y Gekrepten le ganaba vuelta tras vuelta a Oliveira que alternaba con la señora de Gutusso en la tarea de aflojar monedas de veinte. La cotorrita de la suerte (que augura la vida o muerte) había sacado entre tanto un papelito rosa: Un novio, larga vida. Lo que no impedía que la voz de Traveler se ahuecara para describir la rápida enfermedad de la heroína, y la tarde en que morra tristemente /
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