Gonzalo Silvestre y los veinte compañeros de su cuadrilla, con el indio que habían preso, caminaron aprisa haciéndole preguntas mal entendidas por el indio y sus respuestas peor interpretadas por los españoles.
Y así anduvieron hasta que llegaron a la costa donde los demás compañeros estaban haciendo gran fiesta y regocijo con los pedazos de plato y escudilla que los otros exploradores habían traído.
Sign in to unlock this title
Sign in to continue reading, it's free! As an unregistered user you can only read a little bit.