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Sucesos que durante el crecer y menguar del Río Grande pasaron, y el aviso que de la liga dio Anilco

Todo el tiempo que duró el crecer del Río Grande, que fueron cuarenta días, no cesaron los españoles de trabajar en la obra de los bergantines, aunque el agua les hacía estorbo; empero, subíanse a las casas grandes que dijimos habían hecho altas del suelo, que llamaban atarazanas, y allá trabajaban con tan buena maña e industria en todos oficios que aun hasta el carbón para las herrerías hacían dentro en aquellas casas encima de los sobrados de madera, y lo hacían de las ramas que cortaban de los árboles que salían fuera del agua, que entonces no había otra madera ni leña, que todo estaba cubierto de agua. En estas obras los que más notablemente ayudaban a trabajar, no solamente como ayudantes sino como maestros que hubieran sido de herrería y carpintería y calafates, eran dos caballeros hermanos, llamados Francisco Osorio y García Osorio, deudos muy cercanos de la casa de Astorga, y el Francisco Osorio era en España señor de vasallos. Los cuales, aunque tan nobles, acudían con tanta prontitud, maña y destreza a todo lo que era menester trabajar, como siempre habían acudido a todo lo que fue menester pelear, y con el buen ejemplo de ellos se animaban todos los demás españoles nobles y no nobles a hacer lo mismo, porque el obrar tiene más fuerza que el mandar para ser imitado.
Con la creciente del Río Grande, como la inundación fuese tan excesiva, se deshizo toda la gente de guerra que los caciques de la liga contra los castellanos habían levantado, porque a todos ellos les fue necesario y forzoso acudir a sus pueblos y casas a reparar y poner en cobro lo que en ellas tenían, con lo cual estorbó Nuestro Señor que por entonces no ejecutasen estos indios el mal propósito que tenían de matar los españoles o quemarles los navíos.