Only page of capítulo
360
21
Fairly Difficult

5
Patofa promete venganza a su curaca, y cuéntase un caso extraño que acaeció en un indio guía

El indio apu, que en la lengua del Perú quiere decir capitán general, o supremo en cualquier cargo, el cual en su propio nombre se llamaba Patofa y era de muy gentil persona y rostro, tal que su vista y aspecto certificaba ser bien empleada en él la elección de capitán general y prometía todo buen hecho en paz y en guerra, levantándose en pie y soltando una manta de pellejos de gatos, que en lugar de capa tenía, tomó un montante de palma, que un criado suyo en lugar de insignia de capitán en pos de él traía, y con él hizo delante de su cacique y del gobernador muchas y muy buenas levadas, saltando a una parte y a otra, con tanta destreza, aire y compás que un famoso esgrimidor o maestro de armas no pudiera hacer más, tanto que admiró grandemente a nuestros españoles, y, habiendo jugado mucho rato, paró, y con el montante en las manos se fue a su curaca y, haciéndole una gran reverencia a la usanza de ellos, que se diferenciaba poco de la nuestra, le dijo según los intérpretes declararon: «Príncipe y señor nuestro, como criado tuyo y capitán general de vuestros ejércitos, empeño mi fe y palabra a vuestra grandeza de hacer, en cumplimiento de lo que se me manda, todo lo que mis fuerzas e industria alcanzasen, y prometo, mediante el favor de estos valientes españoles, vengar todas las injurias, muertes, daños y pérdidas que nuestros mayores y nosotros hemos recibido de los naturales de Cofachiqui, y la venganza será tal que, con mucha satisfacción de tu reputación y grandeza, puedas borrar de la memoria lo que ahora, por no estar vengado, te ofende en ella.
Y la más cierta señal que podrás tener de haber yo cumplido lo que me mandas será que, habiéndolo hecho bastantemente, osaré volver a presentarme ante vuestro acatamiento y, si la suerte saliese contraria a mis esperanzas, no me verán jamás tus ojos ni los del Sol, que yo mismo me daré el castigo que mi cobardía o mi poca ventura mereciese, que será la muerte, cuando los enemigos no quisiesen dármela de su mano».