Volviendo a las crueldades de Atahuallpa, decimos que, no contento con las que había mandado hacer en la sangre real y en los señores de vasallos, capitanes y gente noble, mandó que pasasen a cuchillo los criados de la casa real, los que servían en los oficios y ministerios de las puertas adentro; los cuales, como en su lugar dijimos cuando hablamos de los criados de ella, no eran personas particulares, sino pueblos que tenían cargo de enviar los tales criados y ministros, que remudándose por sus tiempos servían en sus oficios; a los cuales tenía odio Atahuallpa, así porque eran criados de la casa real como porque tenían el apellido de Inca, por el privilegio y merced que les hizo el primer Inca Manco Cápac.
Entró el cuchillo de Atahuallpa en aquellos pueblos con más y menos crueldad, conforme como ellos servían más y menos cerca de la persona real; que los que tenían oficios más allegados a ella, como porteros, guardajoyas, botilleros, cocineros y otros tales, fueron los peor librados, porque no se contentó con degollar todos los moradores de ambos sexos y de todas edades, sino con quemar y derribar los pueblos y las casas y edificios reales que en ellos había; los que servían de más lejos, como leñadores, aguadores, jardineros y otros semejantes, padecieron menos, mas con todo eso a unos pueblos diezmaron, que mataron la décima parte de sus moradores, chicos y grandes, y a otros quintaron y a otros terciaron; de manera que ningún pueblo, de los que había cinco y seis y siete leguas en derredor de la ciudad del Cozco, dejó de padecer particular persecución de aquella crueldad y tiranía, sin la general que todo el Imperio padecía, porque en todo él había derramamiento de sangre, incendio de pueblos, robos, fuerzas y estupros y otros males, según la libertad militar los suele hacer cuando toma la licencia de sí misma.
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