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Algunos de la sangre real escaparon de la crueldad de Atahuallpa

Algunos se escaparon de aquella crueldad, unos que no vinieron a su poder y otros que la misma gente de Atahuallpa, de lástima de ver perecer la sangre que ellos tenían por divina, cansados ya de ver tan fiera carnicería, dieron lugar a que se saliesen del cercado en que los tenían, y ellos mismos los echaban fuera, quitándoles los vestidos reales y poniéndoles otros de la gente común, porque no los conociesen; que, como queda dicho, en la estofa del vestido conocían la calidad del que lo traía.
Todos los que así faltaron fueron niños y niñas, muchachos y muchachas de diez y once años abajo; una de ellas fue mi madre y un hermano suyo llamado Don Francisco Túpac Inca Yupanqui, que yo conocí, que después que estoy en España me ha escrito; y de la relación que muchas veces les oí es todo lo que de esta calamidad y plaga voy diciendo; sin ellos, conocí otros pocos que escaparon de aquella miseria.