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Pasa la crueldad a las mujeres y niños de la casa real

Habiendo muerto Atahuallpa a los varones que tenía, así los de sangre real como de los vasallos y súbditos de Huáscar (como la crueldad no sepa hartarse, antes tenga tanta más hambre y más sed cuanta más sangre y carne humana coma y beba), pasó adelante a tragar y sorber la que quedaba por derramar de las mujeres y niños de la sangre real; la cual, debiendo merecer alguna misericordia por la ternura de la edad y flaqueza del sexo, movió a mayor rabia la crueldad del tirano, que envió a mandar que juntasen todas las mujeres y niños que de la sangre real pudiesen haber, de cualquier edad y condición que fuesen, reservando las que estaban en el convento del Cozco dedicadas para mujeres del Sol, y que las matasen poco a poco fuera de la ciudad, con diversos y crueles tormentos, de manera que tardasen mucho en morir.
Así lo hicieron los ministros de la crueldad, que dondequiera se hallan tales; juntaron todas las que pudieron haber por todo el Reino, con grandes pesquisas y diligencias que hicieron, porque no se escapase alguno; de los niños recogieron grandísimo número, de los legítimos y no legítimos, porque el linaje de los Incas, por la licencia que tenían de tener cuantas mujeres quisiesen, era el linaje más amplio y extendido que había en todo aquel Imperio.