Será justo que en la vida de Huayna Cápac hagamos mención de dos caminos reales que hubo en el Perú a la larga, norte sur, porque se los atribuyen a él: el uno que va por los llanos, que es la costa de la mar, y el otro por la sierra, que es la tierra adentro, de los cuales hablan los historiadores con todo buen encarecimiento, pero la obra fue tan grande que excede a toda pintura que de ella se pueda hacer; y porque yo no pueda pintarlos tan bien como ellos los pintaron, diré lo que cada uno de ellos dice, sacado a la letra.
Agustín de Zárate, libro primero, capítulo trece, hablando del origen de los Incas, dice lo que se sigue: «Por la sucesión de estos Ingas vino el señorío a uno de ellos, que se llamó Guainacaba (quiere decir Mancebo Rico), que fue el que más tierras ganó y acrecentó a su señorío y el que más justicia y razón tuvo en la tierra, y la redujo a policía y cultura, tanto que parecía cosa imposible una gente bárbara y sin letras regirse con tanto concierto y orden y tenerle tanta obediencia y amor sus vasallos, que en servicio suyo hicieron dos caminos en el Perú, tan señalados que no es justo que se queden en olvido; porque ninguna de aquellas que los autores antiguos contaron por las siete obras más señaladas del mundo, se hizo con tanta dificultad y trabajo y costa como éstas.
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