Andando el Inca Huayna Cápac visitando sus reinos, que fue la última visita que hizo, le trajeron nuevas que la provincia de Caranque, que dijimos había conquistado a los últimos fines del reino de Quitu, de gente bárbara y cruel, que comía carne humana y ofrecía en sacrificio la sangre, cabezas y corazones de los que mataban, no pudiendo llevar el yugo del Inca, particularmente la ley que les prohibía el comer carne humana, se alzaron con otras provincias de su comarca, que eran de las mismas costumbres y temían el Imperio del Inca, que lo tenían ya a sus puertas, que les había de prohibir la mismo que a sus vecinos, que era lo que ellos más estimaban para su regalo y vida bestial; por estas causas se conjuraron con facilidad, y en mucho secreto apercibieron gran número de gente para matar los gobernadores y ministros del Inca y la gente de guarnición que consigo tenían; y entretanto que llegaba el tiempo señalado para ejecutar su traición, les servían con la mayor sumisión y ostentación de amor que fingir podían, para cogerlos más descuidados y degollarlos más a su salvo; llegado el día, los mataron con grandísima crueldad, y ofrecieron las cabezas, corazones y la sangre a sus dioses, en servicio y agradecimiento de que les hubiesen libertado del dominio de los Incas y restituídoles sus antiguas costumbres; comieron la carne de ellos con mucho gusto y gran voracidad, tragándosela sin mascar, en venganza de que se la hubiesen prohibido tanto tiempo había, y castigado a los que habían delinquido en comerla; hicieron todas las desvergüenzas y desacatos que pudieron; lo cual, sabido por Huayna Cápac, le causó mucha pena y enojo; mandó apercibir gente y capitanes que fuesen a castigar el delito y la maldad de aquellas fieras, y él fue en pos de ellos, para estar a la mira de lo que sucediese.
Los capitanes fueron a los Caranques, y antes que empezasen a hacer la guerra enviaron mensajeros en nombre del Inca, ofreciéndoles el perdón de su delito si pedían misericordia y se rendían a la voluntad del Rey.
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