El razonamiento de los viejos y cómo reciben al Inca
Los más ancianos y mejor considerados dijeron que mirasen que, por la vecindad que con los vasallos del Inca tenían, sabían años había que sus leyes eran buenas y su gobierno muy suave; que a los vasallos trataban como a propios hijos, y no como a súbditos; que las tierras que tomaban no eran las que los indios habían menester, sino las que les sobraban, que no podían labrar, y que la cosecha de las tierras que a su costa hacía labrar era el tributo que llevaba y no la hacienda de los indios, antes les daba el Inca de la suya toda la que sobraba del gasto de sus ejércitos y corte; y que en prueba de lo que habían dicho no querían traer otras razones, mas que mirasen desapasionadamente cuán mejorados estaban al presente los vasallos del Inca que antes que lo fueran, cuánto más ricos y prósperos, más quietos, pacíficos y urbanos; cómo habían cesado las disensiones y pendencias que por causas muy livianas solía haber entre ellos, cuánto más guardadas sus haciendas de ladrones, cuánto más seguras sus mujeres e hijas de fornicarios y adúlteros; y, en suma, cuán certificada toda la república de que ni el rico ni el pobre, ni el grande ni el chico, había de recibir agravio.
Que advirtiesen que muchas provincias circunvecinas a las del Inca era notorio que, habiéndose certificado de estos bienes, se habían ofrecido y sometido voluntariamente a su imperio y señorío, por gozar de la suavidad de su gobierno.
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