Puestos ante el Inca, se humillaron en tierra por sus cuadrillas y con grandes aclamaciones le adoraron por hijo del Sol.
Pasada la común adoración, llegaron los curacas en particular y, con la veneración que entre ellos se acostumbraba, dijeron suplicaban a Su Majestad los perdonase, y si gustaba más de que muriesen, tendrían por dichosa su muerte con que perdonase aquellos soldados, que, por haberles dado ellos mal ejemplo y mandádoselo, habían resistido al Inca.
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