El bachiller Martín de Villavicencio, alias Garatuza, no pensó, después de la muerte del oidor y cuando el Ahuizote le arrancó del lugar del acontecimiento, sino en buscar un paraje seguro en donde escapar de las garras de los alguaciles y corchetes, en caso de que algo se llegase a descubrir. Y ni a él ni al Ahuizote les ocurrió lugar más a propósito que las cuevas de la Sarmiento, y para la casa de ésta se dirigieron.
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