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Moderate

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En donde se prueba que tanto valían los polvos de una bruja como el chupamirto de un nahual

Don Carlos de Arellano había llevádose a Luisa a su casa de Xochimilco, que se conocía con el nombre de la Estrella. Al salir ya de la capital Arellano quitó a Luisa el pañuelo que le impedía hablar y las ligaduras de las manos y de los pies; pero durante el tiempo que había durado aquel forzado silencio, Luisa había tenido tiempo de reflexionar maduramente su situación.
Estaba a merced de don Carlos y por fuerza nada conseguiría; la palabra empeñada por Mejía para hacerla su esposa, le había sido arrancada más bien por compromiso que admitida por un ofrecimiento espontáneo, y él quizá se alegraría de la desaparición de una mujer con quien le ligaba ese vínculo.