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Moderate

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De cómo las brujas solían tener razón

En una estancia pobre, pero decentemente amueblada y alumbrada por dos bujías de cera, un hombre y una mujer, jóvenes ambos y ambos hermosos, se miraban amorosamente, y de cuando en cuando unían con ardor sus labios, pero en medio del mayor silencio.
El hombre vestía ropilla, gregüescos y capa corta de terciopelo envinado y calzas de seda blancas; la joven estaba lujosamente ataviada.