«A pesar del tiempo que había transcurrido, la casa de mi amo permanecía sin haberse vendido, cerrada y selladas sus puertas con las armas del Santo Oficio, al cual ya pertenecía.
»Entrar a la casa y sacar el dinero que había dejado allí mi amo, y que yo consideraba mío, era para mí cosa sumamente fácil.
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