Cómo el negro Teodoro probó que no necesitaba de armas
El oidor era hombre de un valor a toda prueba, no de los que se animan ante el peligro sino de los que lo buscan y lo desafían. Un peligro le amenazaba aquella noche en la calle y sentía una necesidad, una especie de vértigo para buscarlo y encontrarlo cuanto antes.
Don Fernando estaba enamorado, y todos los enamorados han sido y serán siempre lo mismo. Doña Beatriz sabía que se tramaba su muerte, y don Fernando se hubiera creído deshonrado si hubiera dejado de salir a la calle esa noche; creería doña Beatriz que había tenido miedo.
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