En las celdillas de la cárcel de la Inquisición se encerraban siempre uno o dos presos, cuidando de que fuesen de aquellos cuyos delitos tuvieran alguna semejanza.
Luisa fue introducida a un calabozo, en uno de cuyos ángulos observó a una mujer acostada que se quejaba dolorosamente.
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