De cómo tirios y troyanos iban todos a parar a la Inquisición
Doña Blanca volvió de su desmayo y se sentó espantada sobre la mesa.
Casi no recordaba nada de lo que le había pasado. Miró a su alrededor y sintió lleno de dolores su cuerpo; bajó los ojos y advirtió su desnudez. La memoria le volvió también y dio un grito, y buscó algo para cubrirse porque a pocos pasos estaban sus verdugos contemplándola.
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