Gran parte de la noche del día en que aconteció el motín, siguió ardiendo el palacio y se enviaron allí algunos hombres para cortar el fuego que se había apoderado de lo que se llamaba las cajas reales.
El saqueo y la destrucción habían sido completos. En las habitaciones del virrey nada se respetó, y apellidando «religión, y muera el hereje», los sublevados no dejaron de robarse ni los vasos sagrados, ni los ornamentos de la capilla.
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