Por la calle de Ixtapalapa y fuera ya de la traza, en los suburbios de la ciudad, había una pequeña y aislada casa, en la que nadie habitaba hacía ya mucho tiempo, de manera que aquella casa se iba destruyendo rápidamente.
Una mañana los vecinos advirtieron gran cantidad de trabajadores, que casi en un solo día, la pusieron en estado de servir. Durante la noche, se observaron criados y esclavos que, alumbrados por hachones, traían muebles que, a lo que con aquella escasa luz podía mirarse, eran de mucho lujo.
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