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En que el lector volverá a ver algunos antiguos conocidos y tendrá que conocer algo de los antiguos mágicos

Hemos llegado otra vez a la casa de la Estrella, en Xochimilco, a donde aún vive nuestro antiguo conocido don Carlos de Arellano; pero no le volvemos a ver joven, disipado, elegante. Ahora, los ocho años que han pasado sobre su cabeza, le han dado ya el aspecto, no de un hombre de la edad viril, sino casi la apariencia de un viejo.
Don Carlos no tiene aquel bigote fino y atusado; larga y espesa, su barba cae sobre su pecho, blanqueada como el escaso pelo de su cabeza por la nieve de los años, y profundas arrugas surcan su frente.