Se acercaba el día nueve de junio, en el cual se debía dar el golpe preparado por el arzobispo Palafox; todo estaba dispuesto, y el virrey no sabía absolutamente nada, ni aun siquiera concebía la menor sospecha.
La tempestad rugía ya sobre la cabeza del de Villena; el rayo iba a caer sobre su frente, y él, con la mayor tranquilidad, iba a presentarse a la casa de doña Fernanda Juárez, con el objeto de pasar una velada divertida y de arreglar allí con la viuda el premio que tenía que dar al hombre que iba a ponerle en posesión de doña Juana.
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