Felipe no descuidó avisar a su madrina doña Fernanda la buena disposición de Clara, y alentados ambos por aquello que consideraban un favorable presagio, determinaron redoblar sus esfuerzos.
La viuda profesaba gran cariño a don Guillén, y le consideraba como el futuro salvador de México. Filiada entre los conspiradores, era una de las personas que con más actividad y energía cooperaban a la empresa; pero en medio de todo esto, su amor propio le hacía ver como un triunfo superior a todo, lo que ella llamaba el negocio del virrey.
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