A pesar de toda la seguridad que don Cristóbal de Portugal había dado al marqués de Villena, los días se pasaban sin que éste consiguiera la anhelada correspondencia de doña Juana de Henríquez.
Confiando don Cristóbal en doña Fernanda y el virrey en don Cristóbal, habían transcurrido ya algunos meses, y para el de Villena el porvenir estaba tan oscuro como el día en que conoció a la dama, y alentado con las esperanzas que le hacía concebir su confidente, no ponía él de su parte absolutamente nada.
Sign in to unlock this title
Sign in to continue reading, it's free! As an unregistered user you can only read a little bit.