Doña Juana lloraba día y noche, como la hija de Jefté.
Pero la doncella de Masfa iba a la muerte, y la muerte es el gran remedio para los grandes infortunios, y doña Juana veía delante de sus ojos un porvenir de luto, de llanto, de vacío; su tormento no debía durar sólo dos meses; aún era joven, y si la vida es dulce cuando el alma siente una esperanza o una ilusión, es espantosa cuando hay un vacío en el corazón, cuando el triste «mañana» no puede menos de ser igual al triste «hoy»; entonces el único consuelo es pensar en la muerte.
Sign in to unlock this title
Sign in to continue reading, it's free! As an unregistered user you can only read a little bit.