Escudilla era una muchacha de tan malas costumbres como de buen corazón. Hija de un infeliz artesano, quedó huérfana desde muy niña, y su historia es la de casi todas las mujeres perdidas.
Al principio quiso ganar honradamente su vida, y comenzó por servir en una casa rica; pero tenía la desgracia de lucir dos ojos negros, vivos y resplandecientes; una boca fresca y roja como un clavel humedecido por el rocío, y un garbo y una gracia, que hacía que los hombres la siguieran siquiera con la vista cuando salía por las calles.
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