Alegres por demás estaban en la casa de don Martín de Malcampo. Hacía tiempo que habían sonado las once de la noche, y aún se escuchaban en el comedor ruidosas carcajadas de hombres y de mujeres; y el sonar de platos y copas se mezclaba con los acordes de una guitarra.
Aquélla era una verdadera orgía. Sentados estaban en derredor de una mesa, sobrecargada de viandas y de botellas, siete personas, de las cuales dos nada más eran varones y las demás mujeres.
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