Al mismo tiempo que doña Fernanda hablaba con Felipe en su casa, don Guillén y don Diego salían de la casa de éste, embozados en sus ferreruelos, que no eran bastante largos para impedir que se viesen las puntas de los desnudos estoques que ambos llevaban debajo del brazo.
La precaución de llevar la espada desnuda y bajo el brazo izquierdo, no era cosa extraña en aquellos tiempos en que abundaban los ladrones, menudeaban los lances por las calles y no se conocía casi la policía. Los caballeros, pues, para marchar prevenidos, desenvainaban el estoque y le llevaban bajo el brazo izquierdo, y siempre empuñado con la diestra.
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