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El dedo del diablo

Comenzaba a oscurecer, el cielo aparecía sereno y trasparente, y una tras otra iban brillando las estrellas en su azulado fondo.
México no tenía en aquellos tiempos alumbradas sus calles por las noches, aunque es verdad que lo mismo pasaba entonces en Madrid y en las principales ciudades de Europa. Un farolillo, encendido por la mano de un devoto, brillaba algunas veces delante de la imagen de Cristo o de la Virgen, o señalaba a la piedad cristiana en lo exterior del muro de una iglesia el lugar donde estaba el depósito del Sacramento.