-Ahora tres años, señor caballero, que no era yo el viejo enfermo e inútil que tiene usarced a su vista; que aunque no me faltaba edad para ser abuelo, sobrábame vigor y energía; que así manejaba un caballo y cimbraba una pica, como tomaba a cuestas dos hombres armados, y como si llevara un manojo de esparto, andaba con ellos largo trecho sin fatigarme; gustábame la caza, y en dejando a Marta lo suficiente en maravedís para que no tuviera penas, me echaba yo por esos montes de Dios a buscar venados, que los hay tan grandes que es para bendecir a Dios que los ha criado.
»Perdone vuesa merced este relato, que tenerle presente importa en esta mi narración, porque explica el principio de todas las aventuras en que, sin procurarlo, me encontré mezclado.
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