Cómo el hombre que duerme no ve formarse la tempestad
Don Pedro seguía en los preparativos de su boda, sin sospechar siquiera lo que se tramaba contra él.
La noticia de aquella boda se había esparcido por la ciudad. Doña Catalina era conocida; pero como tenía cuidado de no presentarse en público y se había cambiado el nombre, nadie suponía que fuese ella la misteriosa prometida de Mejía.
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