En el que Garatuza prueba que el hábito hace al monje
Martín dejó que partiese el príncipe con su armada.
El viento sopló favorable. Henchidas las velas, hicieron estremecer los altos cascos de las naves; sonó la señal y como inclinándose ante la potencia del aire, las embarcaciones partieron, levantando graciosamente sus popas y haciendo hervir el agua bajo sus quillas.
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