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Fairly Easy

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En donde el virrey, el visitador y el padre Salazar se convencen enteramente de que Garatuza era una joya

Serían las ocho de la noche; las calles de México, otras veces tan solas a esas horas, estaban llenas de gente que paseaba y se divertía en solemnidad de la entrada del nuevo virrey.
En las ventanas y en las puertas había farolillos encendidos; los ricos los habían puesto de vidrio y los pobres de papel; en algunas casas el lujo había llegado hasta poner en los balcones guardabrisas de cristal con bujías de cera. En las calles había lumbradas colocadas unas en el suelo y otras sobre un pie derecho de madera con una especie de jaula de hierro en la punta, adonde se ponía a arder la leña; estas lumbradas anunciaban los puestos en donde se vendían frutas, dulces, buñuelos, pato o tamales. La multitud se rodeaba allí de los puestos y las damas principales no desdeñaban de acercarse a comprar alguna cosa de las que excitaban su apetito.