El marqués de Cerralvo y el visitador Carrillo no avanzaban mucho en la causa que seguían a los fautores del tumulto contra el marqués de Gelves. Cada día aparecían nuevas personas complicadas, y cada día era más profunda la convicción de ambos de que nada podía hacerse, por la necesidad en que se estaba de castigar a todos los habitantes de la ciudad o de echar un velo sobre aquello.
Cuatro o cinco infelices a quienes se había podido probar que tenían parte en el robo del Palacio, habían sido ejecutados; pero estas ejecuciones habían pasado como tantas otras que se hacían constantemente en la ciudad, con ladrones y bandoleros.
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