La noticia de la retirada del príncipe de Nassau y de las tropas holandesas del puerto de Acapulco, había llegado a México calmando los inquietos ánimos del virrey y del visitador. Se habían disuelto las compañías dispuestas ya para salir y por toda precaución el virrey dispuso que se repararan las cortinas del castillo de Acapulco y se le agregaran dos bastiones.
Así desapareció también el temor que se tenía a la conjuración de los criollos, en vista de que había pasado ya la coyuntura en que pudieran haber hecho algo.
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