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Por la razón o por la fuerza

La casa de don Cristóbal de Estrada, el amigo de don Diego, estaba situada a la espalda del monasterio de San Francisco. No era Estrada un hombre muy rico, pero tenía recursos para pasar en México la vida con toda comodidad. Sin padres, sin parientes cercanos, don Cristóbal gastaba las rentas que le producía su capital, sin ocuparse de otra cosa que de galanteos y saraos.
Sin ser lo que puede llamarse un joven, estaba aún en todo el vigor de su edad, y las muchachas veían en él un "partido" mediano; a pesar de todo, don Cristóbal jamás había tomado parte en ninguno de aquellos escándalos que diariamente se daban en la capital de la colonia, y todo esto lo tranquilizaba y lo hacía pensar que no sería sobre él sobre quien recayese la sospecha del rapto de doña Ana.