Uno de los hombres más notables en México en aquella época, era don Diego de Álvarez, conocido en la ciudad con el sobrenombre del Indiano. Mozo aún, rico, espléndido y amigo de diversiones, don Diego era uno de los jóvenes a la moda entonces.
Contaba el Indiano cuando más treinta años, y su fisonomía revelaba que pertenecía a raza indígena pura: esbelto, robusto, con el pelo negro y lacio, la tez cobriza, escaso bigote y sin barba, cualquiera le hubiera podido señalar como un legítimo descendiente de Motecuzoma.
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