Pedro Juan, llegó felizmente a la playa, y en pie ya en tierra, exploró el horizonte para ver si en su persecución venía alguna lancha de los piratas; convencido de que no había peligro, quiso descansar un momento para ponerse en marcha.
Aquel terreno era desconocido para él, y no sabía qué camino podría conducirle a la villa; pero firme en su resolución y con la idea de hacer un gran servicio al rey, se levantó y tomó sin vacilar el primer sendero que se le presentó a la vista. La fortuna lo favoreció, y después de cuatro horas de camino se encontró en la villa.
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