Entre los navíos mercantes que caminaban al amparo de la real flota española, se contaba uno que más parecía bogar por la fe de su capitán y por un prodigio, que por la disposición de su aparejo y la resistencia de su casco.
Llamábase pomposamente "El Ilustre Cántabro", y viejo y mal servido, parecía arrastrarse sobre las olas como una gaviota herida de una ala, y apenas soltando todo su velamen podía seguir la derrota de sus protectores los navíos de la real armada.
Sign in to unlock this title
Sign in to continue reading, it's free! As an unregistered user you can only read a little bit.