Pedro Juan de Borica no faltó a la casa de la señora Magdalena para saber su resolución, que ya desde antes comprendía que le sería favorable.
Como todos los tontos, Pedro Juan era presuntuoso, y como todos los hombres que padecen esta debilidad, pensaba mucho en sus atractivos personales, y creía que una sortija, una cadena más, o una rica joya en el sombrero, son el mejor adorno de un pretendiente y el mejor anzuelo para una dama.
Sign in to unlock this title
Sign in to continue reading, it's free! As an unregistered user you can only read a little bit.