Paulita salió de su casa como loca; jamás había sabido lo que eran los celos: ella se conformaba con que don Enrique no la amara; pero pensar que él amara a otra, esto era para ella un tormento espantoso.
Además, sabía que Julia amaba con delirio a ese pirata que ella, en su instinto de mujer, personificaba en don Enrique; y la idea de que otra mujer estuviese apasionada de él, era el último golpe a su corazón.
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