Julia se había quedado sola en la casa de Paulita, esperando que ésta volviese con su marido. Paulita había procurado ocultar a la joven el objeto de su salida, temerosa de salir mal en su empresa; pero como Julia tenía miedo de quedar sola, Paulita le encargó cerrar la puerta por dentro, y que no abriera si no llamaban de una manera particular convenida entre ellas.
Poco antes de regresar Paulita a su casa, dos hombres, embozados hasta los ojos, llegaron hasta la puerta de la casa y llamaron; pero como no eran los toques convenidos, Julia se cuidó muy bien de abrir.
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