Desde aquel día la suerte de doña Marina fue más dulce, sus relaciones con Morgan más estrechas, y llegó a sentir por él un verdadero cariño.
Doña Marina entonces refirió a Morgan que tenía una hija que había quedado en Portobelo, y que su marido lloraba su ausencia en aquel mismo sitio, esperando quizá, o quizá creyéndola perdida para siempre.
Sign in to unlock this title
Sign in to continue reading, it's free! As an unregistered user you can only read a little bit.