Morgan estaba fuertemente impresionado; cada palabra, cada movimiento de doña Marina, le parecían un encanto, desde aquellos momentos no pensó sino en ella, y se creyó feliz con tenerla en su poder.
El pirata no podía ni figurarse siquiera que aquella mujer tuviera la más leve esperanza de resistir sola, sin amparo de ninguna especie, en el mismo navío en donde sus deseos eran una ley suprema que nadie se hubiera atrevido a desobedecer, y con un hombre dotado de una voluntad tan firme y de un carácter tan resuelto, que hacía palidecer bajo su mirada a los más audaces aventureros.
Sign in to unlock this title
Sign in to continue reading, it's free! As an unregistered user you can only read a little bit.