Entre las partidas que llegaron a la plaza a presentarse a don Enrique, una sola traía prisioneros. Éstos eran, una mujer de la clase más ínfima del pueblo, y a la que don Enrique mandó poner en libertad, y un hombre a quien hizo traer a su presencia.
Los soldados condujeron a aquel hombre al alojamiento de don Enrique:
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