La turba vencedora gritaba y se apoderaba de cuanto contenía el castillo; dinero, mercancías, armas, mujeres, todo era arrebatado y todo se sacaba de allí inmediatamente, porque aquellos hombres temían que a su turno los piratas los despojasen del botín.
Por todas partes se escuchaba el ruido de las hachas con que se rompían las puertas y las cajas, los gritos de alegría de los que encontraban una buena presa, los gemidos de los moribundos y los ayes de angustia y de terror de las damas que, arrebatadas del seno de sus espantadas familias, salían del castillo en brazos de sus raptores.
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