Una de las plazas más fuertes que tenía sin duda el rey de España en todos sus dominios del nuevo continente, a excepción de la Habana y de Cartagena, era la ciudad de Portobelo.
En la Costa Rica, a catorce leguas del golfo de Darién y a ocho de la serranía conocida por el "Nombre de Dios", Portobelo estaba defendido por dos castillos, en los que se encontraba siempre una guarnición compuesta de 300 soldados y sobre 400 mercaderes armados para su seguridad y custodia.
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