Se preparaba en Huetamo una de aquellas expediciones. Los soldados salían de sus cuarteles a formar en la plaza; los oficiales atravesaban al galope las calles de la población, buscando ya los bagajes, ya las dispersas prendas de su reducido equipaje, ya algunos de sus subordinados que tardaban en presentarse en el lugar de reunión.
Las mujeres que siempre acompañan a los soldados en traje de campaña, hacían sus últimos preparativos: cubiertas con sus anchos sombreros de petate, con sus enaguas formadas de cien piezas de distintos géneros y colores, cargadas con todo su mobiliario, llevando en el hombro un perico y seguidas de uno o dos perros, entraban y salían a las tiendas, hablaban con los soldados, sostenían disputas y diálogos acalorados con las mujeres del pueblo, reñían a los muchachos; en fin, introducían en la plaza ese exceso de movimiento que se llama desorden.
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