El cuarto era la casa más aseada del pueblo. La hermana del cura le tenía, al decir de todos, como una taza de China.
La señora Joaquina era una anciana que valía la plata: tenía además tal semejanza con el cura, que ni los más maldicientes se atrevieron jamás a dudar del parentesco.
Sign in to unlock this title
Sign in to continue reading, it's free! As an unregistered user you can only read a little bit.